PERÍODO FORMATIVO TARDÍO
Es
poco lo que se conoce sobre la forma de vida de la cultura Chorrera, cultura
tipo del período Formativo Tardío, cuya denominación proviene del sitio epónimo
que se localiza en la cuenca del Guayas, como tampoco conocemos del estilo de
vida de la cultura Machalilla. Sin embargo, Chorrera parece haber sido una
amalgama de grupos contemporáneos e interrelacionados, con modelos y pautas
comunes, que explotaban los diversos ecosistemas del área costera y parte de la
Sierra del Ecuador. Dadas las semejanzas y la supuesta homogeneidad entre estos
diferentes grupos/fases culturales, se acuñó el término Horizonte, en un
intento de homogeneizar los conocimientos de rasgos comunes y dispares que
sobre ellos se tenían.
La
cerámica Chorrera es más conocida, ya que, durante mucho tiempo, ésta ha sido
una zona favorecida por los estudiosos de la arqueología ecuatoriana, dada la
importancia y significación de los yacimientos costeros. A partir de los
materiales suministrados por estas excavaciones, se han reconocido varios
complejos culturales según los distintos territorios: cultura Chorrera y
cultura Guayaquil en el Guayas, cultura Engoroy en la Península de Santa Elena,
cultura Bahía y Bahía I en Manabí, cultura Tachina y Pre-Tolita en Esmeraldas,
y cultura Inguapi en el Sur de Colombia.
Generalizando,
podríamos decir que los estilos Engoroy y Tachina parecen corresponder a la
cerámica manufacturada por los grupos del litoral y los pueblos navegantes del
Sur-Centro y Norte del Ecuador, respectivamente; al primer estilo se le
encuentra en los asentamientos de la Península de Santa Elena, en la costa Norte
de la provincia del Guayas, en la costa Sur de la provincia de Manabí, en la
Isla de La Plata y frente a ésta; por su parte, el segundo se localizaría en el
Norte de Manabí, la provincia de Esmeraldas y el Sur de Colombia.
En
el interior, en la cuenca del Guayas, en la planicie esmeraldeña y en los
valles de Manabí, se desarrollaría el estilo clásico Chorrera, con sus
magníficas representaciones, a las que más adelante haremos referencia.
Todos
comparten, con lógicas particularidades, unos mismos rasgos formales en la
ejecución y decoración de las vasijas cerámicas. La cuidadosa selección de las
arcillas y su particular modo de cocción dan, a la cerámica Chorrera, un
inconfundible aspecto, en el que destaca el nervio central grisáceo y la finura
y sonoridad de sus paredes, así como los gruesos engobes -rojos, blancos,
cremosos o negros- pulidos o bruñidos, que cubren toda la vasija o se combinan
en zonas.
Las
decoraciones que destacan son las incisas, las negativas (conseguida mediante
el ahumado de la vasija una vez cubierto el diseño decorativo con una capa
protectora, generalmente cera), y la pintura iridiscente, a base de pigmento de
hematites especular, que le da un brillo metálico cuando se ahúma.
Esta
última técnica se ha localizado en varias zonas de Guatemala, por lo que se ha
especulado con la posibilidad de un contacto marítimo entre las dos regiones y
una dirección, Ecuador-Guatemala, en la difusión de esta técnica decorativa en
concreto.
A
pesar de la innovación que suponen algunas de las técnicas de decoración
Chorrera, lo más destacable de su cerámica es la gran variedad de formas de las
vasijas y la perfección de su modelado. Los recipientes imitan todas las
figuras de la naturaleza, vegetales (calabazas, tubérculos, frutas) y animales
(perros, monos, sapos, osos hormigueros, peces, tortugas, murciélagos), tan
fidedignamente que es fácil reconocer la especie que representa.
Las
figurillas no son ahora tan abundantes en el área como durante el Formativo
Temprano. Las hay sólidas, generalmente más pequeñas y huecas, de tamaño mayor
y con rasgos muy singulares: ojos de tipo «grano de café», brazos y piernas
abultados y cortos, y un gorro o turbante en la cabeza que semeja un casco.
Los
asentamientos Chorrera parecen haber sido dispersos, cubriendo un amplio
territorio geográfico, pero sin ninguna evidencia de desarrollo urbanístico. No
se conservan restos de edificaciones, que estarían realizadas con materiales
perecederos, como la madera y el bahareque, aunque sí tenemos vasijas que
muestran dos tipos de casas: redondas, de paredes verticales y techo cónico
unas, y otras más amplias de planta rectangular y cubierta a dos aguas.
En
estas condiciones es más difícil estimar la magnitud de los poblados, pero la
misma extensión del sitio epónimo Chorrera, en el Guayas, y los más recientes
hallazgos en Cotocollao (Cultura Cotocollao), en la sierra, hablan de
asentamientos de un cierto tamaño y densa población.
Por
otro lado, el reciente descubrimiento de cerámica Chorrera asociada a campos de
cultivo elevados en el Guayas, confirma los indicios, aportados por dos fechas
radiocarbónicas (2.005 y 590 a. C.) de los suelos en la base de los camellones,
acerca de la antigüedad de estas obras de ingeniería agrícola, que suponen un
alto nivel de organización social. Presumiblemente, la cima de los camellones
era usada como semillero durante las épocas de inundación y en las de sequía
era posible sembrar en las zonas bajas, que habrían retenido la humedad.
Finalmente,
hacer referencia a que durante este período se advierte un uso intenso y
generalizado de la obsidiana, cuyas fuentes de materia prima están en la sierra
volcánica, constituyendo una prueba más de la interrelación de ambas zonas.
Mención
especial merece el sitio de Cotocollao, en la ladera del Pichincha, a 2.850 m
de altura, ya que es el yacimiento Formativo más antiguo de los encontrados en
la sierra ecuatoriana. El poblado estuvo situado en las cercanías de un lago,
hoy desaparecido, y las excavaciones han revelado que en él vivieron más de un
millar de personas en casas rectangulares (4 x 6 m). Igualmente, ha sido
localizado un cementerio, ocupando un lugar prominente dentro del conjunto, en
el cual se aprecian hasta tres formas distintas de enterramiento, que parecen
corresponderse con las distintas fases de ocupación que es posible apreciar.
El
asentamiento estuvo ocupado, al menos, desde el 1500 AC., y sus primeras
cerámicas comparten rasgos con las de la cultura Machalilla, siendo el
«asa-estribo» el más evidente. Es en su segunda etapa (1.300 - 900 a. C.),
cuando las vinculaciones con la cultura Chorrera son más claras, encontrándose
«botellas silbato», formas carenadas y pintura iridiscente. En un tercer
momento de la ocupación (900 -500 a. C.) aparecen unas vasijas hondas, de
paredes verticales y base tronco-cónica que son típicas de la cultura
Cotocollao y que tienen su réplica en piedra.
Sin
estudiar todavía, pero compartiendo las características que les hemos
presentado, se han localizado asentamientos diseminados por una amplia faja de
terreno, desde las laderas del Pichincha, a 3.000 m de altura, hasta los
cercanos valles templados.
La
similitud entre la cerámica Chorrera y la de las fases tardías de la secuencia
de Cerro Narrío (Cultura Narrío) temprana es tal que, a veces, es difícil
determinar si algunos ejemplos son cerámica Cerro Narrío llevados por tráfico a
Manabí o viceversa. La interacción entre la sierra y las tierras bajas aparenta
haber sido muy fuerte durante esta época, extendiéndose tanto hacia la Costa
como hacia Macas en el Oriente.
Al
finalizar el período Formativo Tardío, empezaron a surgir en el Ecuador
formaciones sociopolíticas con un nivel de Jefaturas regionales. De éstas,
Cerro Narrío fue la más poderosa, ya que el hecho de haber empezado a
funcionar, por lo menos un milenio antes de la época, como un centro de
redistribución del Spondylus hacia Perú, y controlar el excedente de productos
«exóticos», debió haber servido para consolidar un estrato de poder sin
paralelos en el área. Hegemonía que las formaciones sociales Cerro Narrío-Cañar
mantendrían hasta la conquista incaica del Sur del Ecuador.
Por
otra parte, en el Norte, una potencia sociocultural, política y religiosa ha
ido cobrando forma. Su centro más representativo será la isla de La Tolita, en
la desembocadura del río Santiago, cerca de la actual frontera con Colombia.
Este
territorio, en el que penetraba el control de La Tolita hasta, al menos, el
Golfo de Buenaventura (Valle del Cauca/Choco, Colombia), es un área que
pertenecía al mismo conjunto cultural ya desde la etapa Formativa.
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